miércoles, 3 de septiembre de 2008

100% Recursero



Cuando se pensaba que ya se había visto de todo en el centro de Lima, vaya sorpresa, apareció en una esquina del parque universitario un hombre motivado por el deseo de superación y cargado con mucha sazón.

Su nombre es Cesar Trujillo, y ha nacido en la capital hace 43 años. Tiene una esposa y dos hijos por los que ha hecho de todo para cumplir su labor de padre. Su historia laboral lo ha llevado a ser considerado el hombre “100% Recursero”

Proveniente de una familia numerosa, sin la oportunidad de seguir una carrera por motivos muy peruanos y cometiendo ese pequeño error de adelantarse en formar una familia; Salserin –como es conocido- decidió buscar el combo a su manera.

A sus 28 años, el dinero se volvía un problema por lo que resolvió trabajar con el público. Pero aún no tenia claro que haría ante ellos. Hasta que un día se dio cuenta que la gente, por inseguridad, tomaba antes de bailar y ahí nació la idea. Dar clases de salsa.

Le tomo año y medio aprender con gracia este ritmo tan complicado para muchos. Admite que era muy tronco para moverse. Visito salsódromos y aprendió pasos increíbles a lo largo de su experiencia.

Un buen día, decidió que ya era hora, que debía salir a buscarse los cobres de una vez. Llegó a Colmena listo para comenzar la aventura, pero su interior se volvió tacaño de valor y no pudo bailar en público, por más que lo intentó. Simplemente no pudo.

Días después, la vida le enseñaría cómo aventarse en el negocio y comenzó. Primero, ofreciendo un pequeño manual, luego sacó el segundo. Llegó al punto de dar lecciones prácticas en un pequeño taller y todo iba muy bien.

Pero no todo es color de rosas. La salsa pasaba de moda. Entraban nuevos ritmos y la tecnocumbia ataco en los 90. Así que el maestro de salsa tuvo que buscar otro empleo. Dejó de lado la salsa para convertirse en cómico ambulante.

Era un negocio que le daba para comer, no podía quejarse, pero no era lo que el quería. No era como la salsa. Siguió algunos años hasta tener una breve paz que fue borrada por la municipalidad cuando desalojó a todos los ambulantes; y Cesar volvió a patear latas.

Es en ese punto en el que el regresa de lleno a la salsa, con más fuerza, con más planes. Entre estos adquirió un local donde poder dictar el curso de baile, un stand en la feria del parque Universitario y hasta lanzó su curso en DVD.

Ha pasado un año y medio desde aquella decisión, y Cesar Trujillo se ha vuelto conocido, tanto por los que pasan a menudo por el parque, como por los que han visto los reportajes que le han hecho.

El negocio no le da lujos pero le llena el estomago a él y su familia, que es lo que más le preocupa, y también le llena el corazón de esperanzas y fuerzas para seguir adelante. Nada le impedirá trabajar. Él es el hombre 100% Recursero.

martes, 2 de septiembre de 2008

Entrevista a Cesar Trujillo Gonzáles, Salserín, maestro de salsa

¿Más o menos a los cuantos años ud incursiona en el mundo del baile, de la salsa, de la música?
-Yo incursiono prácticamente a eso de los 28 años, 29 años. Se me vino a la mente poder trabajar con el público, poder enseñarle algunos pasitos. A partir de ahí es donde se me ocurre eso y dije “bueno, ¿en que tiempo aprenderé? ¡¿Medio año?! Tome un taller 1, 2, 3 meses y era súper duro, recontra tronco, recontra tieso, pese a que era delgadito. Me tomo como un año, casi un año y medio me tomo aprender. A parte que también practicaba, me iba a los salsódromos a mirar. No iba por que me quiera divertir, lo hacía con una sana intención de querer aprender más; y pagaba una entrada… ni si quiera usaba una meza porque simplemente me iba a la parte donde bailan y estaba buscando quien mueve los pies mejor y siempre encontraba algo. Yo estaba ahí buscando pasos, buscando estilos, buscando formas, y ahí me clavaba 2 ó 3 horas porque a veces le tiraba puntería a un pata que baila y me gustaba la forma como hacía ese paso y tenia que estar esperándolo ahí hasta que se le ocurra nuevamente bailar porque a veces se sentaba con la chica a conversar o a tomar y no bailaba.

¿Y cómo así llega al parque Universitario?
-Ya, yo llegué a las 7 de la noche a la avenida La Colmena y dije acá. Fui vestido y todo y cuando puse la batería, el cd y todo… había algo que impedía que yo lo haga, no podía. A pesar que yo había ido decidido, fracasé, no lo pude hacer. Me deprimí porque dije “pero si yo estaba convencido que lo iba hacer… tanto tiempo… cuanto he gastado y no puedo, en un ratito, decir que esto se acabo”. Me regrese triste. Volví nuevamente, y tampoco pude. Me regresé nuevamente. Peor todavía. ¡Pucha, acá a la tercera va la vencida! También regresé, me armé de todo el valor, me motivé, pensé, me di ira y justo cuando ya me estaba levantando y comienzas a decir que tienes que hacerlo y el pecho te late, justo pasa una compañera de promoción del colegio “¡Hola Cesar!” ¿Para que pasó? ¡aaaaasuuuuu! Me volví peor todavía. A los 2 ó 3 días de que estaba carburando cómo lo hago, paso por la avenida colmena, y en la esquina había un grupo de gente y había un patita ahí bailando. Era un pata que no tenía un brazo, tenía el otro brazo pero no tenia la mano, tenia como una punta. No tenía una pierna, tenía la otra hasta la rodilla nada más; y ese pata estaba bailando ahí. De poto, de rodilla, ¡pero bailaba! ¡Y se daba hasta saltos mortales! A mi m sorprendió porque yo nunca había visto eso. Eso a mi lleno, me motivo, me nació una fuerza inmensa, interna tremenda. Y dije “pero si ese pata está así y lo esta haciendo ¡y yo estoy completo!” Me voy a mi casa y mañana me vengo a Lima y no me regreso a mi casa si es que no lo he hecho. Al día siguiente me vine a Lima, y sin pensarlo ¡NADA! Ni bien me paré, puse la música y me puse a bailar y llame la atención y puse a bailar a la gente.